Hace más de treinta días

Hace más de treinta días me sorprendió un sonido en la noche afuera de mi casa, después de meter a Francis al garage. Era algo así como un suave Shhhhhhhhpaaa-shhhpaa que venía desde cielo.
Era tan familiar, como si a mi oído llegara un secreto de mar. Miré hacia el cielo y ahí estaba la respuesta (mucho menos mágica de lo que estaba imaginando): una bolsa del Walmart atorada en una las ramas de la jacaranda. El viento la movía para un lado y para el otro. El azul sobre el plástico blanco Siempre precios bajos siempre se inflaba y se volvía a desinflar tan rítmicamente que recordé American Beauty. Quizá no la cosa más bella que haya visto, pero definitivamente en el top 20 de las cosas más hermosas que he escuchado.
No por su sonido, sino por aquello que éste me revelaba (cuando una bolsa con cara sonriente te recuerda al mar es que necesitas unas vacaciones desesperadamente).

La bolsa llegó en invierno y no se ha ido. Vive aferrada a una rama ahora llena de flores moradas. Creo que eventualmente se llenará también de flores y abrirá un hueco en la alfombra morada que cubre todas las primaveras los alrededores de mi casa. Esa sería una novedad. La Sra. Julia estaría encantada de llenar el resto de las ramas con bolsas del super...
Yo estaría más que encantada de escucharlas por las noches, ya no como un secreto de mar sino como un estallido. La espuma llegaría hasta mi colcha a la media noche y las cosquillas de la sal entre los dedos de mis pies me despertarían paradójicamente, de la manera más dulce por la mañana.



Le tomé fotos, pero todavía no las revelo. Próximamente.

No esperen encontrar en ellas el mar. Ése está, como siempre, lejos.