domingo, 13 de julio de 2008

Acumulaciones 3

-¿Has leído la biblia?


La lluvia ya había pasado, pero la tarde insisitía en correr de prisa, como si quisiera ponerse al corriente del tiempo perdido mientras esperaba bajo un techito. En cambio los citadinos, acostumbrados al mal clima, continuaron con el ritmo de siempre en cuantro el agua cesó. Era viernes. Nadie tenía prisa de llegar a casa.
Los viejitos bailaban danzón junto a la fuente.
Esquivando los charcos había encontrado una banca seca desde donde mirarlos, cuando aquella mujer se presentó con una amplia sonrisa y una biblia de bolsillo.

-No me interesa-le respondí enseguida.
-¿Qué cosa no te interesa: leer la biblia o la religión?- y me miró fijamente detrás sus lentes.

La pregunta me hizo bajar la guadia y, sin darme cuenta, pronto estaba ofreciéndole un lugar en la banca al tiempo que le explicaba mi gusto por la literatura y mi desconfianza hacia las religiones.
Con sorprendente agilidad, contestó a todas mis preguntas con un párrafo de la biblia o dos, mismos que yo tuve que leer en voz alta y despacio, para que ella repetiera lentamente cada frase que yo iba diciendo.

Estaba muy complacida cuando le pregunté el significado de "Jehova" y más aún cuando le ofrecí un kleenex para secar el salmo que había dejado caer sobre el charco, al buscar en su bolsa los folletos que me obsequió.
Yo estaba igualmente complacida porque tenía alguien con quien platicar esa tarde.

De pronto miró su reloj. Dijo que tenía una reunión a unas cuadras de ahí. Me invitó a asistir. Ante mi negativa me recomendó asistir otro día y no permanecer mucho tiempo en la plaza, que pronto se haría de noche, que yo tan jovencita tuviera cuidado, que no confiara en la gente.

Le desee buen camino. A lo lejos ella respondió: si alguien viene a molestarte, diles que eres testigo de jehová y vas a ver como todos salen huyendo.

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