Así que ya tengo trabajo. Soy miss (y no precisamente, como sugería mi papá, "universo", miss a secas). Paso mi semana inglesa de 9 a 12 en una escuela privada de la condesa tratando de hacer que mis alumnos -secundarios y preparatorianos- entiendan qué es el arte. Tarea que resultaría mucho más sencilla si yo tuviera una respuesta certera. Mmm...pero como no, mi trabajo básicamente consiste en hacer vanos esfuerzos por controlar a un grupo de bestias salvajes quienes gustan de faltarse al respeto, destruir tanto el trabajo de sus compañeros como el taller, las mesas, las sillas, las paredes, correr por todos lados, esconderse, gritar apodos al director, comerse la plastilina...y un sin fin de diversas actividades llenas de creatividad, violencia y resentimiento contra el mundo.
Ah, claro y en nuestros ratos de ocio nos dedicamos a hacer algo entre manualidades e intentos de ejercicios plásticos, que quizá podrían acercarlos a esa cosa aburrida del arte.
Oh, me encanta mi trabajo. Y no estoy diciéndolo en tono de burla. Yo lo adjudico, como siempre, a mi falta de novio. Esa necesidad de sostener relaciones enfermizas de amor-odio, que tiendo a desarrollar con mis parejas, se ve satisfecha gracias a mis nuevos alumnos. Y debo decir que, secretamente, espero que mi instinto maternal también sea saciado con esta experiencia, o al menos mermado. Me queda claro que los niños son un reflejo de lo que son sus padres, y ya podemos ir imaginando al engendro que resultaría entre: una mujer que confieza gustar de las relaciones amor-odio y que se presenta a sí misma con nariz de plástico y un nombre igualmente falso y masculino... y sabrá dios qué acomedido.
Retomo: así que ya tengo trabajo. Veo a mis alumnos e intento hacer memoria de cuando tenía su edad para saber si el ejercicio que les pongo es demasiado complicado o fácil para ellos. Regreso una y otra vez a mi secundaria. A mis maestros. A mis amigas. Y de pronto al fondo escucho una música que se va acercando, llega junto con un olor a desierto que calienta los pulmones y los llena de polvo, y dice así:
"Ayyyyyyyyyy que me rompió el corazón, esa muchacha me rompió el corazón... ayyyyyyyyyyyyy que me rompió el corazón"
La cancha de basquet de mi secu se llena de chicos y chicas de jeans y sombrero. Atrás las montañas. Todos bailan en la tardeada. Yo no bailo, doy vueltas a la cancha caminando con mis amigas y criticamos a los que están del otro lado. Nos reímos como si nunca en la vida. Vamos al baño y una niña, tras pintarse los labios, se exprime las espinillas pegada al espejo.
No se parece en nada a esta secundaria, en medio de la ciudad, en medio de la condesa.
jueves, 22 de mayo de 2008
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