Todos los días que llego a casa un macho guapísimo me recibe con mucha alegría. Él corre hacia mí calle abajo, yo corro hacia él, lo abrazo y él me llena de besos por todos lados. Después de nuestras demostraciones de amor me deja oliendo igual de mal que él y llena de pelos.
Se llama napoleón y no sé que cuál sea su raza.
Llegó dos días antes de navidad a la casa y decidió acomodarse permanentemente bajo la jacaranda. Aunque el nuestro fue amor a primera vista, el sentido de higiene me obligó a correrlo. Estaba pulgoso y se rascaba. Además con Chía en casa era más que suficiente. Permaneció ahí frente a la casa por dos días, sin comida, sin agua. Para el tercer día Ani y yo pensamos "este perro se va a morir aquí enfrente de nosotros" y empezamos a alimentarlo. Estaba segura de que no era callejero porque no buscaba la comida por él solo, sin embargo sus pulgas y su aspecto desaliñado ninguna dejaban otra opción.
Lo mandé bañar pensando que tras el baño sufriría una transformación tipo betty la fea, o mejor aún, tal como las hijas del ogro en la película mexicana de Pulgarcito, quienes de mugrosas y morenas después de un poco de jabón y agua pasan a ser güeras y hermosas; sólo entonces me atrevería a adoptarlo. Pero no fue así...quedó igual de chirgo.
Más tarde una vecina generosa lo adoptó, cuando ya casi todos los demás habitantes de mi calle se habían encariñado con él y le habían dado algo de comer porque, al parecer, cae bien a todo el mundo, es de sangre ligera. Hoy napoleón tiene un hogar (aunque ande suelto todo el día siempre vuelve a dormir), está gordo y vive feliz con diferentes identidades: para los norteños del uno se hace llamar "borracho", para su madre adoptiva es "celestino" y yo siempre pienso en él, aunque rascuachito, como un emperador.
Hoy Chía y Napo se encontraron. Se olieron y se miraron entre las rejas con ojitos soñadores. Chía empezó a llorar como diciendo que quería salir a encontrarse con él. Obviamente no la saqué. Luego me sentí fatal. Pensé que Chía vivía un encierro parecido a de las hijas de Bernarda Alba. La cuido bien porque quiero que cuando regrese Ani la encuentre sana y salva. No la dejo salir sola ni al jardín de enfrente y no la dejo cruzar esa puerta que da a la calle a menos que traiga la cadena puesta; si se cruzara con algún pero tendría que ser labrador como ella. Así es, alguien de su misma clase. Espero que un día no cometa suicidio como la hija más pequeña de aquella obra de teatro, la que muere "virgen" (¿cómo se llamaba el personaje? ése que tan pobremente interpretaba Angélica Vale, ¿cómo se llamaba?) Mmm...eso me haría a mí Bernarda Alba y a mi madre la abuelita loca.
Qué cosas.
sábado, 5 de abril de 2008
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